Hace un año me acordaba de una taza que estaba en la mesa auxiliar del salón de mi casa familiar: «La vida empieza a los 40«. Y mis abuelas, dos sabias mujeres, siempre me habían compartido que esa década había sido su etapa de mayor plenitud. Hasta que pueda hacer la fiesta que soñaba y que la cuarentena me robó, iré sumando años a ese 40, así que hoy doy la bienvenida a los 40+1 contándote tres claves de mi historia que he descubierto este último año.
Entré en los 40 por todo lo alto, dejando un trabajo estable y que me hacía feliz, y celebrándolo cumpliendo el sueño de niña de publicar un libro, el primero firmado con mi nombre y escrito con mucho amor (después de varias aproximaciones a la publicación a través de diversos manuales formativos que ya había publicado para una editorial de formación). Y también con algún tatuaje a modo de anclaje- recordatorio de cosas que no quiero olvidar. Es decir, cumpliendo todos los requisitos de una buena «crisis de los 40».
Y durante este año, ha habido de todo. He descubierto que no me define un cargo, ni un puesto, ni siquiera unos conocimientos y experiencia profesional. Ya te hablé de esto hace un tiempo aquí. Que mi historia no se cuenta así, y que lo que puedo aportar profesionalmente no tiene nada que ver con esto.
Lo que soy es lo que determina lo que hago contigo. Y soy mi historia, mi mochila de experiencias de vida, la montaña rusa de emociones, y también cómo he ido aprendiendo a entenderlas e integrarlas. ¡Wow! Lo cierto es que mirando para atrás estoy segura de que la Tania de 30 años alucinaría conmigo.
Así que hoy tengo ganas de compartir contigo un poco de esa historia, o mejor dicho, tres claves de cómo soy gracias a ella:
Primera clave: Soy vulnerable.
Pero he descubierto que me hace más fuerte mostrarlo. Quitarme el traje de puedo con esto, y con esto (vaya, con todo), y pulsar el stop. Y calibrar, y pedir ayuda si me hace falta, para que me sostengan, para que me escuchen, para que me echen una mano. Y que las cosas que me hacen sentir vulnerable son una parte muy preciada de esta historia de mi vida.
Ser vulnerable es ser honesta con quién eres, con lo que aportas y con el compromiso de pasar a la acción con todo ello. Perder el miedo al que dirán. Sentirte capaz de mostrar lo que generalmente cuesta: tus miedos, tus frustraciones o tus necesidades. Y ¡aviso a navegantes! Con esto de la vulnerabilidad, cuando haces pop, es un camino de no retorno.
Tanto, que se está convirtiendo en motivo y causa de lo que hago ahora. Mi historia justifica mis pasos, cada uno de ellos. Dan sentido. ¡Ostras! Y esto es tremendamente valioso cuando somos capaces de verlo así, obviamente desde la distancia que nos regala el tiempo.
Cuando hace 7 años tuve que enfrentarme emocionalmente a vivir mi segunda maternidad, una promoción profesional y vivir el duelo de un diagnóstico de Alzheimer de mi madre; no podía estar para nadie más que para mí, y para ellas. Y no perderme.
Ahora, tengo herramientas y argumentos para acompañar a otras mujeres en procesos similares. Y sin duda, me resulta mucho más sencillo y honesto llegar a ellas desde mi propia historia de vulnerabilidad. Esto es un auténtico regalo.
Segunda clave: Reconozco mi valor.
Acepto y valoro los reconocimientos y agradecimientos que recibo, me hacen sentir muy honrada, cada vez más. Los 40 también me han dejado pequeño el traje de falsa modestia, y ya está en la bolsa de ropa que ni siquiera está en condiciones de ser donada, y por tanto, irá al contenedor de reciclaje para hacer algo útil con ella, reconvertida en otra cosa.
Y sí, la mujer que durante 40 años nunca fue capaz de pedir un aumento de sueldo aun sabiendo que en muchas ocasiones lo hubiera merecido, ahora valora su tiempo y su trabajo también. Convertirme en autónoma y tener que fijar mis propios precios ha sido todo un reto, de mejora continua por supuesto, y en el que veo como paso a paso avanzo.
Esto me ha permitido hacer cosas de forma gratuita porque valoraba enormemente lo que la experiencia me ofrecía; o rechazar ofertas económicas muy sustanciales por no estar alineadas con lo que quiero y siento ahora mismo.
En esto también reconozco mi honestidad a la hora de defender el valor de lo que hago, independientemente de que el precio sea percibido caro o barato por otras personas. Y también honestidad para poder compartir que como cada vez aporto más valor porque tengo más experiencias en la mochila (personales, relaciónales, profesionales), pues ese precio también irá subiendo.
Tercera clave: Soy acción
Y he conseguido hacer mío el mejor hecho que perfecto. Durante este último año he descubierto que me encanta probar cosas nuevas (no solo a nivel profesional), dejarme sorprender haciendo. Ha sido el momento de dejar de mirar y admirar lo que hacían otras personas, para convertirme en protagonista. Ser yo quien se peleara con el marketing digital, con los lanzamientos, enfrentarme con esa vulnerabilidad que antes te decía al NO (y entender que no es un NO a mí, sino a un servicio concreto en un momento determinado). Y vivir la alegría de ver alguno de esos NO convertidos en sí más adelante.
No hay nada que sustituya esa emoción de ser protagonista de tu vida, sabiendo que estás haciendo lo que tú realmente deseas, con tus reglas, tus acuerdos, y ese valor que sabes que aportas.
Como te decía al principio, siento que soy mi historia, y éste último año me he permitido cambiar prioridades y poner conciencia en cuáles son las claves de esta historia hasta hoy. Así es como me he convertido en CAPITANA de mi vida. Y para celebrar estos 40+1, te regalo (y me regalo) la posibilidad de acompañarte a que tú te conviertas en CAPITANA de la tuya.

Porque hace un año lanzar al mundo mi proyecto me ha traído muy buenas experiencias; así que no voy a perder la oportunidad de iniciar mi nueva vuelta al sol aportando y recibiendo valor.
Y ahora te pregunto ¿cuáles son las claves de tu historia? ¿Estás preparada para ser Capitana?