Últimamente está en la calle el debate sobre todos los tipos de maternidad, las decisiones que vamos tomando cuando somos madres, y la idoneidad de unas sobre otras. Lactancia materna o de fórmula, colecho o habitación para el bebé cuanto antes, brazos o no cogerle, y así, con cada aspecto que tenga que ver con la crianza.
En este sentido, yo soy de las que defiende el respeto absoluto sea cuál sea la opción, porque salvo muy contadas excepciones, la mejor madre para cada bebé es la suya propia.
Pero, ¿qué pasa cuando hablamos del cuidado de personas mayores, personas dependientes, madres o padres que de repente, o poco a poco, pasan de ser los abuelos que ayudan en el cuidado de los nietos, a los que necesitan también cuidados y atenciones?
Volviendo a la comparación con la maternidad, en los cuidados a mayores o personas dependientes, cada familia también tendrá su mejor opción, que será propia, meditada y que en algunos casos, puede que sea la única posible.
Sin embargo, este debate no salta a la calle, y apostaría un sueldo (que tampoco es cuestión de venirse arriba) a que no es porque sea una cuestión sobre la que no exista interés, sino más bien, pudor, vergüenza y miedo extremo a ser cuestionada por las decisiones que se toman.
Durante los últimos más de 10 años, he conocido y hablado con multitud de familias que, desbordadas ya por la situación en la que se encontraban, confesaban con mucha vergüenza que no podían más, que la situación era insostenible, y que si no tomaban una decisión de cambio, era el cuidador principal (o en la mayoría de los casos, la cuidadora) quién se iba a ir por delante.
No podemos permitir que el juicio generalizado sea una de las causas que provoquen estas situaciones de personas que, aún profesando el amor más absoluto, llegan al límite de sus fuerzas para no tener que reconocer en público que no pueden hacerlo solas, y que necesitan ayuda para cuidar.
Volviendo a la primera persona, yo he conseguido tener una postura muy clara, fruto de trabajar mucho el aspecto emocional, en concreto el sentimiento de culpa y el desprendimiento de opiniones y juicios ajenos, siempre que no haya sido solicitados. Así que mi posición es, si me quieres ayudar, te lo agradezco, pero no acepto opiniones de manera gratuita.
En primer lugar, me he creado un mantra, sí, una frase que me acompaña y a la que recurro cuando siento que voy a entrar en un drama descontrolado que no viene tanto de la situación, como de lo que percibo de los demás. Este mantra es: si vas a enseñarme a bailar, que sea con mis zapatos. A mí me funciona, y a ti que me lees, te invito a probarlo. Y si te funciona, te lo regalo. Es tuyo también.
En segundo lugar, creo que en los casos de cuidados de personas mayores o personas dependientes (y en general, creo que puede servir para cualquier situación en la que se es responsable del cuidado de otra persona que no puede valerse por sí misma), hay varios aspectos que es importante tener controlados, porque nos van a permitir poder tomar decisiones meditadas y de manera consciente. Estos aspectos son:
- Información. Es fundamental saber todas las opciones de las que dispones antes de elegir la opción de cuidados que más se ajusta a tu situación personal y la de tu familia. No hay dos iguales, así que tampoco habrá dos maneras iguales de afrontar estas situaciones, que además nunca son fáciles. Para poder elegir desde la libertad y sin temores, es fundamental conocer todas las alternativas. Habrá las que para ti no sean válidas o directamente, no te puedas permitir, pero debes conocerlas todas. Normalmente, nos enfrentamos a procesos que desgastan mucho, y que se prolongan mucho en el tiempo, así que las circunstancias pueden ir variando y necesitarás ir cambiando el modelo. Para poder anticiparte y hacerlo de la manera más organizada posible, infórmate, pregunta, acude a entidades y centros proveedores de servicios, compara, y sobre todo, rodéate de gente que te inspire confianza.
- Toma decisiones desde la responsabilidad, no desde la culpa. Y esto no es negociable, porque muchas veces ese sentimiento de culpa nos lleva a no permitirnos compartir la carga del cuidado, a no delegar, a querer hacerlo todo (porque se supone que es lo que tenemos que hacer, ¡faltaría más!). Y esta situación prolongada en el tiempo, nos convierte en malas cuidadoras. Siento decirlo, pero es así. Una persona agotada, frustrada, enfadada con la situación y desbordada con ella, no está en condiciones de cuidar a nadie, y lo peor, ni siquiera a sí misma. Así que debemos plantear la situación que tenemos, y una vez que como he comentado antes, disponemos de información sobre todas las posibilidades, decidir desde la responsabilidad más absoluta, cuál es la mejor para tu situación. Pero ¡ojo! no solo pensando en la persona que necesita cuidados, sino en todo el entorno familiar y lo mejor para todos, bien compensado.
- Basa tus decisiones en el amor, pero teniendo en cuenta también el amor a ti misma. Ya me refería a este tema en el post Be egoísta, my friend y es que para poder cuidar bien, no podemos olvidarnos de que nosotras también necesitamos cuidados. Y que como afortunadamente, somos autónomas y tenemos plenas capacidades, quién mejor para hacerlo y elegir lo que necesitamos para estar bien, que cada una de nosotras. Así que basa tus decisiones en un amor profundo que permita mantener la calidad de vida de todas las personas que estáis involucradas en el proceso.
Sé que esto no es fácil, que no se consigue por arte de magia, que el proceso es muy duro, y sobre todo, que no es lineal. Pasarás por muchos altibajos, momentos en los que crees que todo lo estás haciendo al revés y que te has equivocado. Cuando esos momentos lleguen, repósalo con la almohada al menos una noche. Mañana, todo se verá diferente. Y sobre todo, habla, comparte, pide ayuda. Y cuando sientas que todo está bien, intenta prestar tu apoyo a quien va unos pasos por detrás de ti. Esto es lo que estoy intentando yo.
Y tú, ¿te estás cuestionando cuidadora? Cuéntame en los comentarios. Y ya sabes, si necesitas ayuda ¡silba!
4 comentarios
Gracias por ese mantra! Me lo aplico😘
¡Qué bien Pili! Ya me contarás cómo te va 🙂
Tania, yo llevo todo el último año de mi vida trabajando la culpa, que tanto me ha perseguido en mis primeros años de maternidad. Y he de decir, que gracias a trabajarla, ya no siento culpa (que creo que no es más que una forma de miedo) lo que me ha permitido este curso dedicarme más tiempo a mí misma, de calidad. Me he puesto a entrenar, a correr y a cambiar mi cuerpo, que no me estaba gustando. He empezado a salir más con mis amigas y con mi marido y todo ello sin sentir culpas absurdas. Tengo una amiga que se está separando y habla mucho de la culpa últimamente, y yo le digo que lo trabaje, que intente no sentirse culpable, y menos por situaciones que no depende de ella cambiar.
Pues entonces vas por el buen camino Cris. ¡A seguir así, aunque tengamos altibajos! Un abrazo