El Día de la Madre más triste

Me parece un chiste muy negro pensar la cantidad de madres que hoy no tendrán abrazos, que no recibirán flores y que no podrán disfrutar de una comida familiar.
Tania CaMon

Tania CaMon

Vamos a encontrar el equilibrio entre todas las áreas de tu vida.

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Sigo trabajando en poder empezar a contaros cosas más íntimas por mail para todas aquellas personas que os habéis apuntado. Pero la tecnología se me resiste y me aburre a partes iguales, así que sigo intentando convertirme en su amiga, para poder hacerlo bien. Así que si todavía no te has unido a mi bandada y te parece buena idea, puedes hacerlo aquí.

Pero hoy me apetecía compartir, por si hay alguien más que se sienta como yo, que pueda sentir mi abrazo y mi compañía en este día que debería ser maravilloso, pero para muchos no lo va a ser.

Hace 9 años que celebro este día como madre, pero 40 que lo celebro como hija. En mis nueve años como madre no ha habido ninguno que haya pasado el día de hoy sin mis dos niñas, pero de los 40 como hija solo recuerdo dos lejos de mi madre.

El primero hace 15 años, en 2005, cuando elegí un Día de la Madre para coger mis maletas y dejar mi Madrid del alma para venirme a vivir mi historia de amor a Málaga. Y ella, con pena y también con miedo, me animó, lo aceptó y me deseó lo mejor. Y con la perspectiva del tiempo veo que fue una decisión acertada. Ese fue el día en que inicié mi propia familia, aunque todavía no lo podía saber, y no era más que una aventura que me había decidido a vivir.

El segundo es hoy, cuando un virus de mierda y un mundo confinado nos mantienen alejadas desde hace casi dos meses, ya que las pequeñas treguas que va dando el pegote verde tampoco me van a dar la oportunidad de verla. Ella es de esas mujeres que tendrán que pasar el día de hoy en su residencia, alejadas de sus hijos y de sus nietas, porque no nos dan ninguna posibilidad de acercarnos.

Soy de las que he optado por no criticar nada de la gestión de la situación a no ser que sea capaz de aportar una alternativa. De las que intenta creer que estas medidas tan drásticas son lo mejor para el conjunto.

Es evidente que no se puede permitir un rebrote en las residencias pero privar a las personas que viven en ellas de cualquier contacto con personas de su familia durante al menos 3 meses es aterrador. A pesar de todo el cariño y apoyo que les dan las personas que trabajan allí, a las que tampoco se está tratando cómo merecen, y se les juzga en vez de agradecerles.

Para ellas, las personas que viven en residencias, ver a sus familias es su principal motivación y para los que estamos sufriendo por no verles el daño emocional está siendo enorme también. No son ciudadanos de segunda y no se puede dar una patada para delante a este asunto. Creo que hay que buscar la forma de que, como todos los demás, puedan disfrutar de aire libre y de las personas que les quieren con todas las garantías… Sé que no es fácil, pero solo ruego que no nos olvidemos de ellos. Que a veces las reglas de priorizar entre lo importante y lo urgente no valen, y hay que adaptarlas. Y a ellos tiempo, precisamente, no es lo que más les sobra.

Esperanzada en que lo peor ha pasado, hoy reivindico que las personas que están en residencias necesitan urgentemente contacto familiar, que muchas veces el teléfono o la videollamada no lo permite por las dificultades de comunicación que tienen, y que también necesitan salir al aire libre. Por desgracia, ellos no pueden levantar la voz como estamos haciendo el resto para reivindicar y hacer valer sus derechos, pero el resto se lo debemos. Debemos gritar por ellos y hacer ruido para recordar que están ahí, dando ejemplo, pacientes y resilientes.

Creo que no se están midiendo lo suficiente las consecuencias que el confinamiento va a tener en ellas, y que en muchos casos, va a ser peor que el mismísimo coronavirus.

Me parece un chiste muy negro pensar la cantidad de madres que hoy no tendrán abrazos, que no recibirán flores y que no podrán disfrutar de una comida familiar. Y la solución no puede ser posponer la celebración a septiembre o a octubre o a cuando sea, porque cada día para ellas cuenta. Igual que para el resto.

Hoy hablaré con mi madre, le mandaré amor en forma de besos a través de la pantalla, pero no va a ser suficiente. Hoy es un Día de la Madre triste, y en esta ocasión, a diferencia de hace 15 años, no sé si la decisión ha sido acertada.

Hoy no quiero estar triste, o como la mujer del César, al menos no parecerlo, porque se lo debo a mis hijas, a las que el virus ya les está robando demasiado. Así que lo haré para que al menos, no les robe también la inocencia.

Y recuerda, que si algo de esto te resuena, y quieres que hablemos con más intimidad de madres, de hijas, de mujeres, de conciliAcción, estaré encantada de recibirte en mi hogar.

 

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