Somos muchas las mujeres a las que nos posee en algún momento el “síndrome de la impostora”. Da igual nuestra experiencia de vida, nuestro background, nuestra carrera profesional, todos los aprendizajes que hemos ido adquiriendo a lo largo de los años. Nunca estamos 100% convencidas de que eso que tenemos en la cabeza merece la pena ser compartido.
En el fondo, es una medida de protección ideal, nos protege de la exposición, de los juicios y de las posibles críticas negativas. Pero, por el contrario, nos puede crear un sentimiento de frustración muy grande al impedirnos lanzarnos a poner en marcha aquello que nos apasiona.
En mi caso particular, si no lo hubiera sufrido, o mejor, si no estuviera en proceso de superarlo, podríais haber leído y visitado ésta mi casa, hace 3 o incluso, 4 años. Pero, cada vez que me motivaba y encontraba la chispa para empezar, terminaba por aparcarlo pensando, “mejor me quedo como estoy, que no está tan mal”
Pero cuando llega ese momento en que el sentimiento de frustración se hace tan grande que no te deja en paz, es el momento, en que sin plantearte de nuevo dar marcha atrás, debes liarte la manta a la cabeza y gritar: “¿Y por qué yo no?”
Por fin he llegado a ese punto, y me siento capaz de compartir con vosotras 5 motivos por los que, si os encontráis en esa misma situación, debéis empezar también a gritarlo, pero, sobre todo, a poneros manos a la obra para que todo quisqui pueda disfrutar de aquello que, para vosotras, y sobre todo, para mucha gente que quizá ni siquiera conocéis todavía, es importante y os une.
Seguro que os podéis sentir identificadas con alguno o todos ellos, y si es así, os doy una buena noticia: es el momento de que os lancéis a la aventura de compartir vuestro conocimiento y vuestra experiencia. Os aseguro que muchas personas os lo van a agradecer:
1. Si eres honesta, se nota. Honesta con los demás y lo más importante, honesta contigo misma. Y esto significa que existe coherencia entre lo que piensas y lo que haces. Las mujeres honestas somos conscientes de nuestras limitaciones, y somos capaces de admitirlas. Pero también debemos ser conscientes de nuestras virtudes, y mostrarlas igualmente.
Ser honesta significa también ser transparente, defender firmemente aquello en lo que se cree, y por tanto, las mujeres honestas se vuelven inspiradoras. Todo lo que se comparte, se aporta o se intenta enseñar desde la honestidad, no tiene otro camino que el de ser bien recibido, al menos, por aquellas personas igual de honestas que tú. Y al final, es a ellas a quienes queremos llegar, ¿verdad?
2. Reconoce y honra a quien te ha inspirado. Continuando el hilo anterior, y el hecho de que seamos capaces de reconocer nuestras limitaciones, hace que precisamente busquemos inspiración en otras mujeres, en otras personas, que pueden aportarnos y darnos luz en aquello en lo que nos sentimos más inseguras. El truco es superar ese momento en que personas a las que consideras brillantes son las que te hacen sentir insegura, para convertirlas en las personas que te inspiran, y como tal, honrarlas y reconocerlas. Agradecerles todo lo que te aportan, si tienes ocasión en privado, pero también en público. Esa es la magia de las comunidades, que todas sus integrantes suman.
3. Tu experiencia es única. Si hay un punto que debemos grabarnos a fuego, es que nadie más podrá explicar y compartir tu propia experiencia mejor que tú. Puede que ahora mismo, en este mundo 2.0 que realmente está infoxicado, consideres que no puedes hacer nada nuevo, que todo está inventado, y que los mejores puntos de vista y proyectos ya están planteados. Pero se te olvida algo muy importante. Tu punto de vista, ese que tienes a base de vivir tu propia vida y tus propias experiencias y circunstancias, no lo comparte nadie, porque no hay otra persona en el mundo que haya pasado por lo mismo que tú. Y aquí es donde te debes armar de valor, y dar el paso de creerte que tu experiencia personal tiene el mismo valor que la de esas mujeres a las que tanto admiras.
4. El valor nunca sobra. Y si puedes aportarlo, sería egoísta no hacerlo. Estoy segura que ahora mismo hay al menos una persona a la que le ayudaría enormemente que tú compartieras aquello en lo que eres una experta, aunque no quieras reconocerlo. Y si con tu experiencia puedes aportar algo, aunque solo sea a esa única persona, ¿no crees que sería egoísta no hacerlo? Creo firmemente en el trabajo en comunidad, en sumar valores, crear sinergias, y el trabajo colaborativo. Pero para que todo eso pueda ser real y efectivo, es necesario que ninguna nos guardemos nada en la recámara, que expongamos todo nuestro catálogo de conocimiento y monerías, para que cada una pueda coger lo que necesite de las demás.
5. No te prohíbas ser feliz. Y es que, aunque todo lo expuesto hasta el momento me parece importante, lo principal para mí es que cada una somos dueñas de nuestra propia felicidad. Y te pido que seas sincera contigo, ahora que nadie te ve ni te escucha. ¿Realmente vas a conseguir ser feliz si no te atreves a iniciar ese camino que lleva tanto tiempo rondándote la cabeza? ¿Si no te armas de valor para liarte la manta a la cabeza y gritar tú también, “y por qué yo no”?
En resumen, si planteas aquello a lo que te gustaría dedicarte, o al menos, sobre lo que te gustaría comunicar, teniendo en cuenta todos los puntos anteriores, tú también podrás comprender que no eres una estafa. Que lo que puedes aportar es muy importante y que hay muchas personas, que necesitan que te decidas a ponerte en marcha, y compartir con ellas tu experiencia y conocimiento.
Así que tú, si tú, la que ahora mismo estás terminando de leer esto, ¿vas a decidirte a dar el paso? Estoy deseando leeros, así que nos vemos en los comentarios o en redes.