Ahora ya, sí que sí, comenzamos el nuevo curso. Por primera vez en muchos años, como contaba en mi última publicación de Instagram, he tenido un mes de agosto digno de enmarcar. He desconectado, he descansado del trabajo y de responsabilidades familiares, y me he permitido parar, disfrutar y sentir. Y mi principal objetivo ahora es darle uso a todas las pilas que he recargado para seguir siendo imparable en septiembre.
Además de las vacaciones en familia, haber salido de casa y roto con la rutina, una de las mejores elecciones y decisiones de este mes fue embarcarme en la propuesta de Hana Kanjaa para agosto, llamada Reto Estoico.
¿Y qué ha sido el reto estoico? Pues ha sido el empujón que necesitaba para que cada día, sintiera un poco de incomodidad realizando acciones, actividades que nos hacen salir de nuestra zona de confort, o al menos, ampliarla. Porque aunque es un tema que está más que machacado, lo cierto es que a todas nos cuesta, y mucho. Ojalá como leí el otro día en alguna parte en vez de «zona de confort» se llamara «zona de mierda». Puede que así, muchas veces nos entraran más ganas de salir de ella, de desafiarla, de no conformarnos con lo que tenemos controlado, pero que muchas veces, no es lo que nos satisface.
Y la verdad que Hana no ha defraudado. Ha conseguido crear una comunidad de decenas de personas que hemos compartido durante 30 días nuestros pequeños, o mejor, grandes logros, y que a base de ir sintiendo la incomodidad, hemos aprendido a vivir con ella. Cada día un reto, y así durante todo el mes, ponernos constantemente a prueba y superarnos ¡Y esto no tiene marcha atrás!
Ha habido días de todos, retos para reír y retos para llorar, para reflexionar y para sudar la gota gorda, para reflexionar en soledad y para relacionarse con mucha gente. ¡Toda una experiencia que ha merecido la pena, sobre todo, por el camino que me ha hecho iniciar!
Aprender a mirarme y a quererme, en definitiva a reconciliarme con mi imagen, como punto de partida para después relacionarme de manera sana con los demás, desde mirarme fijamente en el espejo hasta arreglarme para ir a comprar el pan como si fuera a ser el evento de mi vida. Reconocer mis talentos y mis fortalezas y tener el valor de compartirlas con otras personas.
Elegir cuidarme, eliminando de la dieta azúcares y procesados, e incluso compañeros poco aconsejables como alcohol o tabaco, o hacer media hora más de ejercicio de lo que suelo, y que en mi caso no es mucho.
Luchar contra creencias limitantes y hacer esfuerzos que parecen simples pero no lo son, como levantarme un día de vacaciones a las 5.30, ducharme con agua fría y disfrutar de unas horas para mí.
Perder la vergüenza y no tener miedo a las miradas, ya sea dando abrazos interminables o cantando a voces en la calle.
Hacer las cosas de manera consciente, incluso dejando de gastar y consumir para saber cuándo lo hago de manera impulsiva. Y saber desconectar para conectarme, abandonando durante días enteros el teléfono o las redes sociales.
Pero sin duda, los retos que realmente me han ayudado, han sido todos los que me han desafiado a relacionarme con mi entorno. Resolver temas pendientes, desde disculpas que no habían llegado, críticas constructivas en ambas direcciones, agradecimientos que se habían dado por hecho, hasta llegar a tener esa conversación pendiente que nunca pensabas que ibas a ser capaz de tener. ¡No sabéis lo poderoso que puede ser hablar con alguien que no se la espera, pero que recibe la conversación con sorpresa y agrado!
Y si tengo que elegir uno, me quedo con el reto que ha culminado mi mes de agosto, haber podido ser punto de conexión entre 5 mujeres que no se conocían de nada, pero que cada una, por un motivo diferente, me inspira y me sirve de ejemplo. Haber podido juntarlas, ver cómo se prestaban a la experiencia de una cita a ciegas con desconocidas, sin preguntar, y sobre todo, pasar una tarde juntas compartiendo experiencias, ha sido uno de los momentos más especiales de esta experiencia.
Por su generosidad a la hora de contar sus logros y sus dificultades, por las enseñanzas y mensajes de superación, por ver una y otra vez, que somos capaces. Que un momento complicado en nuestra vida puede convertirse en ese punto de inflexión que nos hacía falta para empezar un nuevo camino, personal o profesional. Porque al final, si algo me ha quedado claro, es que hay muchas personas, anónimas, pero que también eligen coraje cada día y tienen historias dignas de ser contadas. Gracias Gemma, Patricia, Amanda, Fany y Rocío. Por permitirme juntaros y pasar una tarde estupenda.
Así que con todo el agradecimiento que tengo por haber podido vivir esta experiencia, no voy a dejar que se quede solo en una anécdota para contar, porque merece ser mucho más. Porque septiembre no es solo el mes para elegir qué coleccionable vas a intentar completar este año. Yo elijo que cuente, elijo coraje. ¿Y tú?